Tras el Viernes Santo, en que se recuerda la crucifixión de Jesús de Nazaret, el Sábado Santo es un día de silencio, luto y reflexión para la Iglesia católica. Se trata del día entre la muerte y resurrección de Jesús, en el que se guarda la esperanza por la promesa que había realizado al decir: “Al tercer día resucitaré de entre los muertos”.
“Hoy la iglesia lo toma para contemplar el acontecimiento de la muerte de Jesucristo”, explica Monseñor Carlos Tomás Morel, auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros.
“Este día es de silencio, de recogimiento, de atención, de espera, porque Cristo ha muerto y está en la sepultura, y así como los discípulos estuvieron a la espera de que Jesucristo resucitara al lado de la tumba, nosotros hoy esperamos”.
Es por ello que en este sábado no se realizan actividades religiosas durante el día. Al final de la tarde o en la noche la iglesia oficia la Vigilia Pascual, la eucaristía principal de los cristianos en la que se celebra la resurrección de Jesucristo.
“Es una celebración un poco extensa porque inicia con la bendición del fuego. Esta primera parte se realiza fuera del templo. Los cristianos se reúnen fuera, en una fogata, se bendice esa fogata con agua bendita y una oración y en ese momento se enciende un cirio que se lleva en procesión hasta la iglesia”, refiere el sacerdote.
Con ese cirio se encienden las velas de todos los fieles hasta dejar el templo iluminado solo con los cirios. Posteriormente, el cirio grande se coloca en el altar y permanece encendido por unos 50 días en la iglesia, como símbolo de la presencia de Cristo resucitado. En esta misa también se bendicen las aguas bautismales.
La eucaristía se celebra igual que las demás, con la diferencia de que tiene siete lecturas (las de los domingos y fiestas tiene tres lecturas) y muchos cantico